miércoles, 28 de marzo de 2007
El tonto
Juan Wesley iba una vez manejando su coche, cuando un incredulo que lo conocía y hostigaba apareció en su propio coche, del otro lado del camino, e intencionalmente ocupó el centro de la calzada obligando al predicador a pasar peligrosamente juanto a la cuneta. --¡Yo no dejo el lugar a los tontos! –exclamó el incrédulo--. Pues yo sí –repuso tranquilamente Wesley, y siguió su camino.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario